1. Te despiertas y ¡PUM! 20 llamadas, 50 mails urgentes, 2 palomas mensajeras desesperadas... y en eso se te va la vida. De repente son las 5 de la tarde y tú, en pijama, sin haber desayunado y sin haber hecho NADA de trabajo. Ser freelance es 90% contestar mails, 10% trabajar. En serio, ¡qué cosa con los mails! ¡Nunca terminan! No hay poder humano que los pare y peor porque yo soy de esas que contestan todos. TODOS. Aunque sea para decir: recibido.
2. Todo el tiempo tienes hambre. Algo pasa cuando estás en casa que como que todo el tiempo sientes que la comida te observa y te llama. Así que al menos los primeros meses, engordas como vaca.
3. Hacer amigos es MUY difícil. Trabajas desde casa, ¿qué esperabas? Al menos yo, estoy a 2 de ser esas ñoñas que dicen "mi mejor amiga es mi mamá".
4. Trabajar en pijama es algo normal. Un chongo en lo más alto de la cabeza, es lo de hoy. ¿Suéteres gigantes y fodongos? Mejor. ¿Trabajar desde cama porque hoy está lloviendo? ¡Ok! Y está chido, hasta que tienes que abrir la puerta y los vecinos te ven feo.
5. La gente nunca te cree que estás trabajando. Si vives sol@ no hay pedo, pero si vives con tus papás, hermanos o algún miembro de la familia, olvídate de poder hacer algo. Siempre te van a pedir cosas como: sacaba basura, ayúdame a cargar esto, ve a la tienda, algo le pasó al teléfono y un largo etcétera. Hasta el día que te vuelves loco y pones límites. Entonces todos creen que eres un manchado. No hay manera de ganar.