martes, 4 de diciembre de 2012

De acoso y otras cosas. Así fue mi día.


Me desperté a las 8:30 de la mañana, me lavé los dientes, me bañé y salí a vestirme. Tenía ganas de usar falda, sólo porque amanecí de buen humor y quería ponerme algo no-tan-fodongo. Me puse una con manchitas azul y verde que llega más abajo de medio muslo, muy mona; una camiseta y después, toda una letanía de extras: mallas opacas para no enseñar los chones en las escaleras, unas lycras de changuitos por si la malla falla, suéter, bufanda, botas, chamarra. Me muero de calor, pero no puedo andar en la calle sólo con falda, no falta el cerdo que te quiere tomar fotos y no tengo ganas de enojarme. Llego al metro, me subo, transbordo en Tacubaya hacia Pantitlán. Sigo muriendo de calor. Esperando el metro siento un ligero empujón en la mochila, volteo y veo a un tipo muy cerca de mí, cosa extraña siendo que el andén no está tan lleno. Me muevo de lugar, no tengo ganas de enojarme. Me subo al metro y él también; se para a un lado de mí. De nuevo, me cambio de lugar, hasta este momento, estoy siendo precavida (¿o paranoica?) ya que todo puede ser mera coincidencia. Siento que me mira. Lo volteo a ver con una cara de "estatequieto". Bajo en Insurgentes, él también, va adelante de mí. Veo que empieza a disminuir la velocidad, pienso: "No seas loca, no te está esperando, nomás está caminando lento". Entre los nervios y no sé qué, me equivoco de salida, doy media vuelta para ir a la otra. Veo que viene detrás de mí. "Estás loca, es coincidencia, no ha hecho nada". Me paro atrás de un pilar grandote que hay en medio a acomodarme la bota. Él me ve y se para también. Busco un policía. No hay. Todos caminan rápido y pienso "¿Qué les digo? ¿Que tal vez ese mono me está siguiendo?". Me estoy poniendo nerviosa. Salgo del metro con la esperanza de encontrar un policía o alguien que pueda ayudarme, sigue detrás de mí; me fijo en un señor con cara "buenaonda", pretendo pedirle ayuda, pero se acerca y me dice "Qué guaaaapa". Puta madre. El tipo sigue detrás de mí, me está viendo, sonríe; no como alguien feliz, sino como alguien que se burla. Sigo caminando. Estoy más nerviosa, hay algo diferente en él, algo que no me gusta. Tiene una mirada rarísima y -a diferencia de otros hombres y en otras ocasiones- no se inmuta de que sé que me está siguiendo. No se me ocurre otra cosa más que marcarle a mi novio. Estoy bloqueada. No puedo pensar, tengo miedo. Me pongo a llorar mientras hablo con él, me doy cuenta de que es una pendejada estar hablando por teléfono con alguien que en ese momento no me puede ayudar. El tipo escucha la conversación, escucha lo que digo, sabe que sé que me está siguiendo y sólo sonríe. No me quiero acercar a nadie con el miedo de que hagan lo mismo que el otro señor. Sigo caminando, siguen sin haber policías. Salgo de la glorieta de Insurgentes, sobre Jalapa. Justo cuando vamos por el bajopuente, se acerca más y me empieza a decir cosas. Empieza a gemir. No quiero que sepa que estoy llorando. Estoy emputada. Tengo miedo. Ya no volteo. Sólo sigo caminando. Tengo el celular en la mano. Pienso en tomarle una foto, quiero gritarle, evidenciarlo. Volteo a ver a una señora, ella se sigue derecho. Aún no hay policías. Hay muchas personas trabajando en una obra, todos ellos, me ven con cara de pervertidos. ¿O me lo imaginé? Ya ni sé. Camino una cuadra más. Él sigue atrás, sigue diciéndome cosas. Prácticamente me aviento al OXXO que está en la esquina. Él también entra y se va hacia los refrescos. Me agarro al mostrador y con la poca voz fuerte que me quedaba, le digo al encargado "¿Le puedes marcar a una patrulla? Ese güey me viene siguiendo y me está diciendo cosas". El encargado saca su celular y empieza a marcar, mientras se sale del mostrador viendo al tipo. El muy puto se echa a correr. Yo me solté a llorar como histérica.
Todo el día traje un nudo en la garganta, me sentía de la chingada. Ya rumbo a la escuela, se me acercaba algún hombre y luego luego me preguntaba si me quería hacer algo mientras me quitaba de su lado. Esta no es vida, les juro que no es vida. Llego a casa y me preguntan "¿Qué traías puesto? ¿O te siguió nomás porque sí?" Como si traer un pants o una bata hubiera de alguna manera evitado que el pinche pervertido me siguiera, como si los hombres fueran víctimas de sus pasiones, quienes ante la visión de unos centímetros de piel, los sometiera un instinto incontrolable el necesitar poseer a la mujer de frente. Yo me lo busqué por vestirme como lo hago, olvidé taparme las muñecas y los cachetes. Fuck. El nudo se hace más grande. 

Hoy no tengo reflexiones, no tengo conclusiones, no tengo energía. Sólo quise escribir cómo me sentí. No sé qué motivó a esta persona a hacer lo que hizo, tampoco me interesa. Sólo sé que no es mi culpa; tampoco de mi falda, ni de mi bufanda, chamarra, mallas o suéter que tanto me acaloran. La culpa la tiene él. Nadie más que él. 

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