miércoles, 11 de febrero de 2015

Acá nomás pensando en las lonjas con pelos.

El siguiente texto no es una crítica a mi familia. Los quiero tremendamente y los mismos traumas que tenemos nosotros, los tienen miles de personas. ¿Ok? Ok.  

Una historia rápida para ponerlos en contexto: tengo una sobrina muy graciosa, inteligente y hermosa que resulta que no come fruta. Nada. Todo lo demás sí come, pero no puede con la fruta. El otro día estábamos desayunando y platicando del tema de la temporada -la boda de mi hermana- y estábamos diciendo que deberíamos intentar comer saludable para llegar cómodos a la boda. Y alguien le dijo a mi sobrina (de 5 años por cierto) “¡Sí, nos tenemos que poner a dieta!” (aunque lo que en realidad quería era incitarla a comer fruta, pero salió todo mal). Y de ahí no sé en qué momento mi sobrino le dijo que si engordaba ya no iba a ser bonita. Yo, evidentemente, empecé a decir que no, que el peso no tenía nada que ver con lo increíble, inteligente o bonita que seas. Y mi sobrino siguió. Y nada, al final cambiamos de tema porque todos nos estábamos enojando. Pero lo más cabrón es que nadie le dijo que estaba mal; lo mandaron callar, pero nadie lo intentó sacar de su idea. 

Esta situación y muchas otras “batallas” personales, me pusieron a pensar en la presión tan fuerte que tenemos por estar delgados. Especialmente las mujeres. Y lo que está más horrible es que esta presión la empiezas a sentir desde chiquit@. Mi sobrina tiene 5 años y cada vez más seguido habla del peso, se fija en quién tiene panza y quién no; llora porque le dicen señora gorda de broma para molestarla (aunque a veces llora de todo, así que no es un buen parámetro). Qué miedo que creamos que ser gordo es lo peor que te puede pasar. Qué miedo que la palabra “gorda” tenga tanto poder destructivo en nuestra cabeza.  

Yo, desde hace mucho y a pesar de estar feliz en mi cuerpo, no recuerdo una época donde no haya estado aunque sea medio a dieta. Lo principal es que me preocupa mi salud (por el gran historial de diabetes en mi familia), pero aún así, es dieta -a medias- y te pone en un estado mental muy extraño. Siempre me he considerado una persona bastante segura de mí misma; me gusta mi cuerpo y siempre me he vestido como se me pega la gana, sin importarme que “los leggings no son para gordas” y pendejadas que dice la gente pendeja (¿pues quién más?). Pero debo decir que todo esto, ha sido gracias a mí; no a mi entorno. Mis hermanas me han apoyado bastante en el proceso de sentirme bonita y quererme, pero son bastante duras con ellas mismas y con los demás, a veces sin querer y sin darse cuenta. Mi mamá simplemente es pasivo-agresiva con el tema, te dice que no le gusta cómo estás vestida o que “algo está muy pegado”, lo cual es menos extremo, pero no deja de ser duro y jamás la he escuchado decir que está cómoda con ella misma; al contrario. Lo peor de todo, es que siempre he pensado que si se vieran con los mismos ojos que yo las veo, otra cosa sería. Porque yo siempre creo que son hermosas, aún en sus días fodongos jajaja. 

Y la cuestión a la que voy es que por mucho que te digan que eres bonita o lo que sea, cuando los demás tienen estándares tan extremos con ellos mismos, no puedes evitar compararte y decir: Tal vez yo también me debería de preocupar por esas cosas. 

El asunto del peso siempre ha rondado a esta familia y para nuestra desgracia (¿o no?) somos de esas familias que disfrutan una tarde de sábado con cervezas, carne asada, guacamole y helado de postre. Y que si se nos “olvida” hacer ensalada pues no pasa nada, igual nunca nos la acabamos. No es fácil. Y no todos en la familia somos súper deportivos. Así que tenemos todo en nuestra contra. 

Pero nos gusta ser saludables, nos gusta sentirnos bien y nos gusta comer bien. Nos gusta ser felices. El asunto es que siempre estamos pensando en el peso. No hay una semana en que no se mencione alguna dieta o que una hermana hable de lo mucho que ha engordado o enflacado algún familiar, como si de verdad fuera algo importante. Yo jamás he escuchado decir a alguien de mi familia (salvo mi papá, que ama enseñar sus músculos) que le gusta cómo es o que le gusta su cuerpo. Jamás. Y en cambio, sí las he escuchado hablar de dietas, remedios para las estrías, la panza, lo gordo del brazo y pendejadas que la verdad, a nadie le importan. 

Las mujeres -casi- siempre acabamos midiéndonos ante estándares que supuestamente nos harán más o menos deseables a la hora de conseguir pareja. Deja de lado la salud, lo importante es mantenerte bonita para que tu esposo no te cambie por una chica más joven. Chale. ¿Qué necesidad de meternos en la cabeza que si no estamos “buenas” nadie nos va a querer? Porque si eres hombre, no hay pedo, mientras sepas proveerle a tu mujer de lo necesario, ya la hiciste. No importa cómo te veas. 

¿Y saben qué? La realidad es que no importa cómo te veas. No importa si eres hombre o mujer, no importa si tienes lonjas, si tienes pelo o no. Neta a nadie le importa. Siempre habrá alguien a quien le gusten las lonjas con pelos. SEGURO. Y de verdad, llama más la atención una persona feliz, que alguien que se limita todo el tiempo por no engordar o por cumplir ciertos estándares mensos. Independientemente del tema salud, estar gordo o no, es una decisión personal que nadie tiene por qué juzgar y que definitivamente no te hace mejor ni peor persona. Es como tomar refresco, fumar, comer comida procesada, reciclar, andar en coche o en bici. Son decisiones y cada quien vive con ellas. No hay por qué juzgar a los demás por eso. 

Y nada, hay que querernos. Urgente. 

Así que bueno, últimamente como me preocupa mucho el tema del autoestima y el empoderamiento he estado siguiendo en instagram a cuentas que hablan de tener una imagen positiva del cuerpo, es mayormente acerca de las mujeres, pero aplica para todos. Acá les dejo mis favoritas: 






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