miércoles, 23 de noviembre de 2011

Me enamoré de un maniquí

¿Alguna vez han ido a “Ciudad Satélite”? Casi toda mi infancia viví cerca de ahí, así que gran parte de mis actividades se desarrollaron en ese lado de la metrópoli. En el camino que tomábamos para llegar a “Plaza” o a cualquier otro lugar sateluco, siempre pasaba por una casa que no tiene nada extraordinario (es más, creo que ni recuerdo bien cómo es), hasta que llegaba Navidad o Día de Muertos, por esas fechas los dueños la decoraban de la manera más gringa e increíble del mundo. Luces, muñecos, nieve o telarañas, ataúdes, árboles, calabazas, Santa Claus o lo que fuera. Se veía a la distancia. Pasar por ahí era mi objetivo de las tardes antes de ir a mis clases de gimnasia o natación que tanto odiaba. El mío y de muchos otros niños que, si bien nunca nos tocó pararnos a verla de cerca, sacábamos la cabeza por la ventana del coche para admirarla hasta que se perdiera en la lejanía.

Más o menos así funciona un aparador en las tiendas. Cada temporada se crea una expectativa, ¿qué habrán hecho este año?, ¿podrán superar el año anterior?. Un ejemplo claro y quizás el más importante, son las ventanas de Macy’s en Nueva York. En otros países existe gente talentosa y reconocida que, temporadas tras temporada, se dedica solamente a diseñar escaparates para marcas de ropa o tiendas departamentales. Hay todo una cultura que con el tiempo se vuelve más compleja y exigente, que desemboca en verdaderas piezas de arte completamente temporales y desechables. 
Aparadores de Macy's 

Aparadores de Macy's 

Entonces, ¿para qué esforzarse tanto en algo tan efímero?. Sencillo. El mejor aparador atrae más miradas; más miradas significan más compradores potenciales; más compradores es más dinero. Bastante simple. 

Ahora la pregunta es, ¿por qué en México las marcas no lo hacen?. Sí, existen escaparates, eso no se cuestiona y también hay excepciones. Pero si se fijan, todos tienen más o menos la misma fórmula con cambios leves, pero en esencia son lo mismo. El maniquí con la ropa, una foto de fondo; y si es diciembre, un poco de nieve con bolitas de unicel, una que otra letrita y ¡listo!. La ventana de tu tienda está hecha. Y aburridísima. 

¿Cuál es la diferencia? ¿Qué nos quieren decir las marcas con su falta de interés? ¿Que no somos buenos compradores? ¿Que nosotros compramos aunque no nos apantallen?. La respuesta puede ser afirmativa en cualquiera de los casos. En mi opinión, es responsabilidad de las marcas ponerle el mismo empeño en todo el mundo y ayudar a que crezca nuestra cultura visual, no sólo por nosotros, por ellos y sus ventas. Aunque en este momento no te alcance para comprar lo que sea que venden, puede que en 5 años sí y comienzas a aspirar a ello; o que llegues a tu casa y le cuentes a tu tía de los zapatos increíbles que viste en el escaparate doblemente increíble de la tienda y ella va y se los compra; mientras más cosas bonitas existan para mirar, nuestra cultura visual y nuestros parámetros de exigencia serán mayores. Es decir, si nos vas a vender algo, hazlo bien. No más infomerciales. Queremos ver cosas bonitas, en las tiendas, en la tele, en las revistas. Y eso hará que compremos más. 


Queremos tener una cultura visual con más calidad y eso nos toca a nosotros (diseñadores y creativos en general) hacerlo a través de todo lo que nos encargan. Así que estimados colegas, ya hasta les di una idea (no tan nueva) de a qué más pueden dedicarse. Y a las marcas de ropa o cualquier negocio con una ventana, ya saben qué pueden hacer para atraer más clientes y subir sus ventas. 


Ya después hablamos de mi relación amor-odio con el consumismo.










Por cierto, empecé a colaborar con un blog de diseño que se llama Mecate Blog y estaré compartiendo contenidos acá y allá. Por si gustan darle una vuelta. Probablemente también colaboraré con Graphic Lust. Así que chequen los dos. 

Y améeeee la referencia a la película Me enamoré de un maniquí que mi hermana amablemente me hizo notar jajaja aquí les pongo la parte 1/8 jajaja






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